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El abogado de Elon Musk

30 mayo, 2024

Clientes que hacen ¡¡¡BUM!!!

Clientes autodestructivos.

Hay tuits que pueden hundir una empresa. Elon Musk estuvo a punto de descubrirlo la mañana del 27 de agosto de 2018. Iba en su coche camino a la terminal privada del aeropuerto de Los Ángeles cuando soltó un tuit que provocaría un efecto mariposa: “Considerando sacar a Tesla de bolsa y hacer la privada a 420 $ por acción. Financiación asegurada”.

A partir de ese momento, se desató el caos. El consejo de administración de Tesla entró en pánico por la filtración. Los inversores saudíes que estudiaban financiar la operación pusieron el grito en el cielo. La comisión del mercado de valores americana (SEC) suspendió la cotización de Tesla e inició una investigación por fraude financiero. Grupos privados de accionistas empezaron a estudiar la posibilidad de iniciar una demanda colectiva por alteración artificial de la cotización.

Al ver el cariz que tomaban los acontecimientos, el directivo tuvo que llamar a su abogado de confianza: Alex Spiro, socio de la firma Quinn Emanuel y letrado de muchos otros famosos en apuros.

En la reciente biografía de Elon Musk, escrita por Walter Issacson, descubrimos la intrahistoria de ese tuit. El directivo estaba cansado de la burocracia de las empresas cotizadas y de que Tesla, la niña de sus ojos, se valorase en función del apetito o del miedo que tuvieran en cada momento un grupo de especuladores anónimos.

Como se desprende de las más de 700 páginas de la biografía, Musk es un gurú y un genio, pero también un personaje impulsivo, deslenguado y de gatillo fácil. Y un cachondo. Los informes financieros secretos asignaban un valor a la acción de Tesla de 419 $. Pero Musk quería ofrecer 420 para hacer más atractiva la oferta y… porque era una broma de fumetas. El día 20 del cuarto mes es el día internacional de la marihuana. A Musk le pareció divertido enviar a través de los mercados un mensaje cifrado que solo los drogolegas pudieran captar. Tiempo después el magnate admitiría ante la SEC que elegir el precio de la acción por ser “un número que tenía buen karma” no había sido una jugada muy avispada.

Better call Spiro

Elon Musk es un tipo singular. Es transhumanista y cree en una humanidad “interplanetaria”. De hecho, tiene una empresa para hacer viajes a Marte. Trabaja también en otros proyectos futuristas como un robot “humanoide” llamado Optimus o un “robotaxi”. Y, por si fuera poco, se ha metido en temas de inteligencia artificial con su propia empresa: X.AI. Pero, como se desprende de su biografía, cuando tiene el agua hasta el cuello no consulta al Oráculo del Algoritmo, sino que llama a su abogado de confianza.

Esto nos puede dar una pista sobre el futuro de nuestra profesión.

Alex Spiro es retratado en la biografía como una persona extremadamente inteligente y hábil. Es conciliador y pragmático cuando tiene que serlo, pero a la vez contundente y con agallas si hay que llegar al litigio. Un “pistolero legal”, como lo califica con admiración Isaacson.

El directivo confía mucho en el criterio jurídico de Spiro y, de hecho, ha acabado siguiendo sus consejos en dos momentos clave de su vida empresarial.

En primer lugar, a pesar de creer que no había hecho nada incorrecto, el magnate tecnológico llegó a un acuerdo con la SEC para poner fin al procedimiento judicial iniciado por el supervisor. En segundo lugar, cuando la adquisición de Twitter estaba en el aire, Spiro disuadió al directivo de su intención de romper el contrato de compraventa. A Musk el cuerpo le pedía dar un puñetazo en la mesa y acudir a los tribunales para exponer la censura “woke” de la plataforma y los engaños de los vendedores en el cálculo del precio. Pero acabó siguiendo el criterio de Spiro y enterró el hacha de guerra.

Cara de póker

Todos los abogados tenemos algún cliente cuyo peor enemigo es él mismo. Algunos clientes son fatalmente conducidos por su carácter vehemente, su egolatría o su amor al riesgo. La incontinencia verbal de Musk le mete en más líos que cualquier otro magnate de Forbes. No es de extrañar, por tanto, que Isaacson también llane a Spiro “domador de leones”.

En el 2023 Spiro ganó el juicio iniciado por un grupo de accionistas que sostenían que habían perdido dinero por culpa del infausto tuit de 2018. El jurado popular decidió por unanimidad que no se podía responsabilizar a Musk por las pérdidas sufridas. Determinar la causalidad de la variación del valor un título bursátil no es una labor sencilla. Alex Spiro miró a los ojos a los jurados y argumentó que “Elon Musk no es más que un chico impulsivo con un terrible hábito de tuitear”.

Esta estrategia de defensa era arriesgada, pero resultó eficaz porque tenía la virtud de ser verdad (tal y como sabía el americano medio).

Spiro utilizó la técnica que Ross Guberman etiqueta como “cara de póker” en su libro Point Made. En algunas ocasiones, tu cliente ha metido la pata hasta el fondo y no hay forma de negarlo. Guberman sostiene que, en esos casos, es suicida tratar de ignorar esta realidad porque puedes perder toda la credibilidad. Es mejor adelantarnos, admitir los hechos perjudiciales y, a continuación, minimizar su impacto dándoles contexto más beneficioso para nuestro relato.

Spiro supo ejecutar la técnica de la “cara de póker” con maestría.

El tuit endiablado de 2018 ni hundió a Tesla ni hundió a Musk.

Detrás de un gran directivo, suele haber un gran abogado.

 

 

 

 

 

 

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