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Claro como el agua: tribunales y sentido común

29 octubre, 2015

También la lluvia

El juicio de Asunta Basterra ha sido uno de los más complejos y mediáticos de los últimos tiempos. Ya ha terminado y ahora el jurado está en fase de deliberación. A lo largo de cuatro semanas han declarado en sala más de un centenar de testigos y peritos. Policía, guardia civil, psiquiatras, toxicólogos, forenses y un largo etcétera. ¿Cómo puede digerirse un volumen tan elevado de elementos de prueba? A mí lo que más me ha llamado la atención son las conclusiones del fiscal. El fiscal ha alegado que el resumen lógico del caso se debe basar en el «sentido común». Para poder esclarecer los hechos en un marco de pocas certezas, muchos indicios y varias incógnitas el fiscal ha pedido al jurado popular que se guíe por el sentido común. Para ello ha utilizado como ejemplo una imagen de la lluvia:

«Ustedes se levantan por la mañana, abren la persiana y ven que la calle está mojada. No han visto llover, pero ¿pueden concluir solo por esto que ha llovido?».

Podrían haber regado la calle, «pero resulta que también los coches, la marquesina, los geranios de la ventana están mojados, y que la humedad ambiente lo impregna todo. Lo que está en juego son las pruebas indiciarias, que van todas en la misma dirección, y que concuerdan conforme a la lógica. Es sentido común, los jueces están acostumbrados a trabajar con esto todos los días«.

Vivimos en los tiempos grises de la tecnocracia, las recomendaciones de expertos y las guías de mejores prácticas. Por eso, esta defensa del sentido común, puro y duro, me ha hecho sonreír.

Contrariamente a lo que muchos pueden creer, el Derecho no es fruto de la razón pura ni del laboratorio, sino de la experiencia destilada a lo largo del tiempo. Existe una íntima conexión entre justicia y sentido común. Chesterton, conocido como el apóstol del sentido común, se refería en ocasiones al sentido común como “esa extinta rama de la psicología”. El fiscal pretendía despertar en los miembros del jurado esa noción de lo razonable y lo justo que todos tenemos en nuestro interior. Quería que usaran esas intuiciones naturales para ponderar las pruebas y afrontar sin miedo la responsabilidad que les ha sido encomendada.

El viejo y el mar

El sentido común no es algo a lo que un abogado deba acudir sólo en caso de encontrarse ante un jurado popular. En sus razonamientos, la mayoría de los jueces recurren en un momento u otro al sentido común.

Este año el Tribunal Supremo estadounidense ha resuelto un caso que tenía algo de surrealista (Yates vs US). El propietario de un pequeño barco de pesca de Florida fue detenido en el mar por las autoridades y, durante la redada, lanzó por la borda unas cajas con meros rojos que aparentemente no llegaban a la medida mínima legal. El fiscal acusó al pescador de destrucción de pruebas durante una investigación federal e invocó la aplicación de la ley Sarbanes-Oxley, que sancionaba la eliminación de un “archivo, documento u objeto tangible”. La Sarbanes-Oxley es una ley de prevención del fraude financiero que  fue promulgada tras el escándalo de destrucción de documentos del caso Enron. Yates fue procesado bajo esta ley y cumplió una condena de 30 días de libertad supervisada. Si se le hubieran aplicado las leyes de pesca, habría tenido que afrontar una multa y la retirada temporal de la licencia de pesca.

La cuestión planteada ante el Supremo era si unos pezqueñines podían considerarse un “objeto tangible” cuya destrucción en el curso de una investigación pudiera activar la aplicación de la ley Sarbanes-Oxley.

El Supremo acabó dando la razón al pescador. El juez Samuel Alito firmó un voto concurrente en que manifestaba que, en su opinión, el término «objeto tangible» aludido en ese pasaje de la ley debe interpretarse de forma limitada para referirse a algo similar a los registros o documentos. «Un pez no viene a la mente – ni tampoco un antílope, una casa de campo colonial, un hidroplano o un torre de perforación de petróleo», dijo. Chesterton se hubiera levantado para aplaudir.

Muchos han interpretado esta sentencia como una victoria de la cordura del hombre corriente sobre el abuso de autoridad y la intromisión del Estado.

Una herramienta procesal

En manos de un abogado, el sentido común es una herramienta extremadamente válida para interpretar cuestiones jurídicas. Por eso, encuadrar una controversia y formular argumentos galvanizados en sentido común puede dar a nuestra causa una gran fuerza.

Recuerdo que hace tiempo leí una entrevista a un abogado estadounidense especializado en recursos ante el Tribunal Supremo que reconocía que, para él, el sentido común era el principal motor de sus defensas. He intentado recuperar este artículo pero no lo he conseguido, así que tendré que hablar de memoria. Este abogado explicaba que para preparar las vistas judiciales ante los jueces más poderosos del país tenía un método muy poco convencional. Iba a visitar a su padre, un trabajador industrial jubilado. Se sentaba con él en el sofá de su casa y abrían unas cervezas. Este abogado de altos vuelos explicaba a su padre el caso que tenía que defender y los argumentos que planeaba usar. No volvía a su despacho hasta que su padre hubiera comprendido su punto de vista y admitido que su cliente tenía buenas razones para ganar. Él confiaba en el criterio de su padre: no era jurista, pero era una persona con un gran sentido común. De esta forma, el abogado se desprendía de argumentos alambicados o legalistas y se armaba con munición sencilla y potente.

Lo hemos visto en dos casos recientes. La lluvia, el mar. El sentido común puede ayudar a que nuestros argumentos sean claros como el agua.

Una respuesta a “Claro como el agua: tribunales y sentido común”

  1. […] nuestros escritos la pureza de líneas viene marcada, en el fondo, por el uso de argumentos sencillos. “Los argumentos sencillos son los que ganan, los argumentos complicados son pastillas para […]

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